OBJETO DE LA FORMACIÓN

La formación, bajo la responsabilidad del Maestro, buscará profundizar el carácter, espíritu, finalidad, disciplina, historia y vida de la Orden de san Jerónimo reflejados en la Regla de san Agustín, en las Constituciones y en las Declaraciones.

El formando se compromete a seguir a Cristo con más libertad e imitarlo más de cerca; aprende -pues- las exigencias esenciales y primarias de nuestra vida monástica y, en orden a conseguir la perfección de la caridad, se ejercita en la práctica de los consejos evangélicos, la vida comunitaria,

la oración asidua, la soledad, el silencio y la animosa penitencia, de acuerdo al derecho universal y propio, para prepararse consciente y responsablemente a la profesión.

Desde esta perspectiva se ha de presentar la doctrina de los votos conforme a la clasificación de los documentos oficiales:

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CASTIDAD CONSAGRADA

La castidad consagrada: es un don precioso de la gracia, pues libera de modo singular el corazón del hombre para que se encienda más en el amor a Dios y de todos los hombres. Se entiende como una renuncia libre y alegre que testimonia la trascendencia absoluta del Reino de Dios respecto de todos los valores humanos y nuestra consagración a Dios con un corazón indiviso.

2

POBREZA VOLUNTARIA

La pobreza voluntaria: conscientes de nuestra radical dependencia frente a Dios, queremos mantener una actitud permanente de auténticos pobres de corazón. Por ella se participa en la pobreza de Cristo y nos dispone más fácilmente para la contemplación. San Jerónimo advierte: seguir desnudo a Cristo desnudo, pues harto rico es quien es pobre con Cristo; por eso hemos de aspirar a lo estrictamente necesario. Evitando todo lo superfluo y toda apariencia de lujo, de lucro inmoderado y acumulación de bienes, esforzándonos por dar testimonio colectivo de pobreza.

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OBEDIENCIA REDENTORA

La obediencia redentora: por la que aspiramos a no tener más voluntad que la del Padre, es una exigencia fundamental del amor que tiende a la unión de voluntades. Este consejo abrazado con espíritu de fe y de amor en el seguimiento de Cristo, obediente hasta la muerte, nos obliga a someter nuestra propia voluntad a Dios que nos revela su querer en su Palabra, y por medio de la jerarquía de la Iglesia, de los superiores, de la comunidad, de los acontecimientos y situaciones concretas y de la dirección interior del Espíritu Santo.

Por medio de una profunda e íntegra educación en la fe hemos de adquirir una conciencia muy viva de la responsabilidad común en la marcha de la comunidad y en el bien de los demás hermanos, desde nuestro propio lugar, atribuciones y fuerzas. Nuestra consagración a Dios en la Orden de san Jerónimo nos compromete a tener en cuenta ciertos aspectos peculiares:

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SAGRADA ESCRITURA Y TRADICIÓN

El fundamento objetivo de toda contemplación cristiana lo tenemos en la divina revelación que nos fue transmitida a través de la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura. Siguiendo la recomendación de San Jerónimo, hemos de vivir de forma que nunca se aparten de nuestras manos las Divinas Escrituras, ya que por la asidua lectura y meditación de la Biblia llegaremos al conocimiento de los misterios de Dios. En este sentido se entiende, en la actualidad, la Lectio Divina.

Hemos de formarnos mediante un diligente estudio orientado principalmente a fomentar un amor suave y vivo hacia la Palabra de Dios, que nos ayude en nuestra vida de oración. Es necesario sensibilizar al formando con el sensus fidei, presentándole ante todo los clásicos de la tradición monástico- patrística. Ábrase el espíritu de los formandos toda la historia monástica concediendo el primer lugar a la Orden de San Jerónimo y al monasterio propio.

5

SAGRADA LITÚRGIA

La Sagrada Liturgia es la razón principal de nuestro instituto, a ella hemos de orientar toda nuestra vida. Es necesario que el formando se deje plasmar por la gracia divina que fluye en la Liturgia, que su corazón se habra a la acción del Espíritu Santo que actúa poderoso en los Divinos Misterios. Su misma vida tiene que transformarse en Liturgia.

Ya que la celebración de la Liturgia de las Horas es nuestra primordial obligación, el interés por el Oficio Divino es un signo de vocación jerónima.

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ORACIÓN

La oración para el monje, además de un camino para encontrar a Dios, es, en su madurez, un descansar en Aquel que ya hemos encontrado, que nos ama y en el que vivimos y existimos. El único objetivo del monje y la perfección del corazón consiste en permanecer sin interrupción en oración; la oración se transforma en algo absolutamente vital, como el latido del corazón. Como monjes jerónimos, la oración, relación íntima con la Santísima Trinidad, nos ayuda a profundizar en el conocimiento de Dios haciéndonos crecer en el amor y uniéndonos íntimamente a Él.

Es necesaria una progresiva y sólida formación al respecto, con la ayuda del Espíritu Santo, para cultivar con asiduo empeño el espíritu de oración y la oración misma teniendo presente que san Jerónimo indica que la oración debe llenar nuestros días e interrumpir nuestras noches. Esta oración continua exige perseverancia, entusiasmo y espíritu de silencio.

7

TRABAJO

El trabajo no sólo es medio normal e inmediato para subvenir a nuestras necesidades materiales, sino que también libera nuestro espíritu de peligros y ayuda a conservar el equilibrio interior.

Se impone por sí misma una formación al ritmo y estilo del trabajo monástico tanto manual como intelectual; se trata de pasar de una mentalidad productiva centrada en el resultado, a un espíritu de servicio centrado en el uso del tiempo responsablemente conforme a la obediencia. Además, un trabajo serio y responsable en el que nos sintamos útiles a la comunidad es también una ayuda para la castidad, librando nuestro espíritu de peligros y ayudando a conservar el equilibrio interior.

Evítese recargar demasiado las actividades de la jornada; se ha de privilegiar todo aquello que favorece el orden, la paz y el espíritu de silencio.

8

JUNTO A MUCHOS HERMANOS

En compañía de muchos hermanos con un ambiente de soledad y silencio: Como instituto puramente contemplativo vivimos buscando en exclusiva a Dios, en soledad y silencio, pero en compañía de muchos hermanos. La formación en estos aspectos ha de basarse fundamentalmente en la tradición patrístico-monástica y las ciencias del hombre actual. De acuerdo con nuestro derecho propio y nuestra tradición, los formandos han de ir integrando progresivamente estos aspectos viviéndolos en cierto sentido en grupo aparte, con una organización también diferente en algunos detalles propios de la etapa: recreación, rosario en común, revisiones de vida. La experiencia de la vida de familia que se realiza en estas etapas de formación inicial: es fundamental y cenobítica, en un clima de paz, armonía, alegría fraterna y buena comunicación. Es importante que el formando se adapte a la sucesión de momentos de soledad en su celda y de vida comunitaria. Esta sana adaptación es un criterio de vocación.

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APERTURA DE CORAZÓN

La disponibilidad total para el acompañamiento, es una dimensión importante de la consagración a Cristo en la vida monástica, y requiere una formación. Está justificada por la gran tradición de la vida en el desierto, por la autoridad de San Jerónimo, por la tradición de la Orden y por los documentos del magisterio hasta nuestros días. Debe ser suscitada por el deseo de ver más claro en sí mismo y por la disponibilidad a dejarse aconsejar y orientar a fin de discernir correctamente la voluntad de Dios.

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MADUREZ HUMANA

La formación para ser recibida y asimilada, exige en el sujeto un mínimo de madurez humana y un desarrollo cristiano. Esta madurez será considerada bajo diversos aspectos: física, intelectual, psico-afectiva, espiritual.

Es necesario cuidar esta base en la formación inicial; por otra parte, este cuidado es sólo el principio de un camino que debe durar mucho más allá de los años de formación.