Nuestra historia
ORDEN DE SAN JERÓNIMO
El padre y fundamento de este linaje espiritual es San Jerónimo. Una de las personalidades más enérgicas, de los genios más poderosos y de los corazones más magnánimos que Dios haya creado para su gloria. Él fue un gran enamorado de Cristo y puso todo su empeño en conocerle más y en imitarle mejor. De aquí sus dos grandes ideales: la Sagrada Escritura y la vida monástica. Con este anhelo entre manos, vive unos pocos años en el desierto de Calcis y, después de otras andaduras, se retira a Belén, donde funda un monasterio en el que se dedica a las alabanzas divinas, a escudriñar la Palabra de Dios y a la penitencia. Allí acabó sus días en el año 419 0 420.
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FUNDACIÓN DE LA ORDEN
Su espíritu persiste en el tiempo por su fama de santidad y por sus escritos, durante el siglo XIV diversos grupos de hombres, en España y en Italia, con deseos de vida perfecta, inspirándose en la vida y enseñanzas del santo, intentaran vivir su carisma bajo distintos aspectos, dando origen a otros tantos institutos de vida consagrada. Nos situamos, pues, en el siglo XIV español. Un siglo decadente pero suenan gritos de reforma. Aquí es donde hay que colocar los orígenes de la Orden de San Jerónimo, que es uno de los primeros frutos de esa reforma. Diseminados por distintos puntos de la geografía ibérica surgen grupos de ermitaños que profesan especial devoción y tienen deseo de imitar a aquel santo. Destacan Pedro Fernández Pecha y Fernando Yáñez de Figueroa, después de varios años de vida eremítica, consideran que sería más provechoso atarse con los vínculos de alguna regla aprobada y deciden abrazar la vida cenobítica. Gregorio XI les concede esta gracia el 18 de octubre de 1373, les otorga la Regla de san Agustín, les permite que puedan hacer constituciones propias y que se llamen hermanos o ermitaños de San Jerónimo. Comienza la evolución por constituir en monacato regular lo que tan espontáneamente nacía al soplo del Espíritu Santo. Ya en 1415, fecha de la unión de la Orden, pueden contarse 25 monasterios. Siguen las fundaciones hasta llegar, en España, a 46 monasterios cuando llega la revolución liberal del siglo XIX.
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NEFASTA DESAMORTIZACIÓN
La nefasta Desamortización de Mendizábal (1835) deja la Orden de San Jerónimo totalmente suprimida. Los 46 monasterios existentes, con los alrededor de mil monjes que en ellos residían, desaparecen. La suerte de estas casas fue muy diversa: las más acabaron en ruinas, otras fueron rescatados por la Iglesia o entregados a otras órdenes religiosas, otras quedaron convertidas en cualquier cosa: fábrica de cerveza, cebadero de cerdos, fincas de recreo…
Hay dos intentos de restauración, uno en El Escorial (1854) y otro en Guadalupe (1884), por monjes exclaustrados, pero que no llegaron a cuajar. Ya no podemos esperar nada de aquellos ancianos jerónimos exclaustrados que, consumidos y gastados, acabarían sus días cada cual donde buenamente pudo, acogidos a la misericordia divina.
La Orden Jerónima no salió nunca de la península ibérica. Existían monasterios jerónimos en Portugal, pero en aquella misma época también a ellos les afectó otra exclaustración (1834). Traspasado el umbral del siglo XX se proyectan otros intentos con muy buena voluntad, pero de poca o casi ninguna consistencia.
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FLORECE EL VIEJO VÁSTAGO
Pero, terminada la guerra, hay un florecer de vocaciones en España y, entre ellas, un grupo de jóvenes a quienes les atrae la vida contemplativa. Tras la necesaria admisión del Obispo de Segovia, Administrador Apostólico del monasterio, la oportuna preparación y discernimiento personal, y el imprescindible acondicionamiento del lugar, el 26 de febrero de 1941 se hacen presentes en el monasterio. Se reciben los primeros hábitos, se dan las primeras profesiones solemnes y se ordenan sacerdotes algunos monjes. Mas la purificación se hace necesaria y, tras momentos difíciles (1946), la restauración va consolidándose.
Llegan a restaurarse o fundarse cuatro monasterios: Santa María del Parral (Segovia), San Isidoro del Campo (Santiponce – Sevilla: 1956), San Jerónimo de Yuste (Cuacos – Cáceres: 1958) y Nuestra Señora de los Ángeles (Jávea – Alicante: 1964). Sin embargo, la situación socio-cultural, y aun la eclesial postconciliar, en que se vive, provoca una fuerte crisis vocacional en toda la Iglesia, que no sólo dificulta el reclutamiento de nuevas vocaciones, sino también la perseverancia de las que existen. Esto hace que la Orden Jerónima vea reducido el número de sus efectivos y en 1978, para garantizar la buena marcha y observancia de las comunidades, se estima prudente reducir el número de monasterios, suprimiendo el de Santiponce y el de Jávea. En 2010 la Orden se ve obligada a cerrar también el monasterio de Yuste.
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NUESTRA ACTUALIDAD
En la actualidad la oración de los monjes jerónimos sigue subiendo ante Dios desde el monasterio Santa María del Parral de Segovia.
Junto a los Jerónimos, surgen las monjas Jerónimas. Todo un linaje de claras y virtuosas mujeres que siguen sus huellas, como en otro tiempo las santas Paula y Eustoquia siguen a Jerónimo. La cosa comienza en Toledo. Un grupo de mujeres de santa vida, entre las que destacan doña María García y doña Mayor Gómez, empiezan ejercitándose en obras de humildad y caridad y, por fin, se retiran a una casa de su propiedad para consagrar sus vida a Dios en oración y penitencia. Alma de esta floración es fray Pedro Fernández Pecha que en 1374 fundaba el Monasterio de Santa María de La Sisla en las proximidades de la ciudad. Él las atiende, las orienta y les va perfilando su modo de vida en todo semejante a la recién fundada Orden de San Jerónimo. Este primer brote dio origen al Monasterio de San Pablo de “beatas de San Jerónimo”, como se las comenzó a llamar. Se mantienen con gran fama de observancia y santidad y propagan por distintos lugares de España.